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Recién empezó el año 2017, pero en el calendario político arrancó el 2018. La alteración de los tiempos políticos se precipitó por cuenta de la cantada renuncia del Vicepresidente Germán Vargas Lleras para oficializar su también cantada candidatura presidencial. Por eso anda desesperado inaugurando cuanto papel o cuanta piedra se inventa y raspando la olla de la generosa chequera que le entregó el Presidente Santos para fabricar su pretensión de llegar al Palacio de Nariño. Y por eso también anda reclutando a cuanto politiquero o corrupto se encuentre en sus maratònicas giras regionales.

Pero el Uribismo no se queda atrás. Desde el triunfo del No en el plebiscito por La Paz, el patrón del Ubérrimo y sus súbditos andan ilusionados con el regreso al poder para desmontar los acuerdos de paz y volver a la Constitución de 1886 de Caro, Nuñez y Cuervo. Al día siguiente de la derrota del Sí, destaparon sus cartas para un posible dedazo “Democático” del expresidente, quien midiendo lealtades escogerá entre Óscar Iván Zuluaga, Carlos Holmes y el Senador Iván Duque. Y en ese propósito lo acompañarán seguramente su exministra de defensa Marta Lucía Ramírez y el exprocurador Alejandro Ordóñez, que aunque dicen militar en el Partido Conservador, se les hace agua la boca por compartir fórmula con el Centro Democrático bajo el férreo mando de Álvaro Uribe.

Ambas opciones, la de Vargas Lleras y la del Uribismo, comparten no sólo el lastre de la corrupción, la cercanía con sectores poderosos y sus resistencias a los acuerdos de paz. También comparten el triunfalismo de sentirse con la boleta de la segunda vuelta presidencial en el bolsillo.

En esa orilla del establecimiento político tradicional, el Partido Liberal y la U hacen esfuerzos para fraguar a puerta cerrada un acuerdo electoral alrededor de continuar con la agenda Santista y el hipotético cumplimiento del Acuerdo con las FARC. Esta alianza sueña con que, como en la segunda vuelta pasada, la izquierda y los sectores independientes se sumen a una formula liberales/U sin que estén obligados a hacerles concesiones programáticas y burocráticas. Un ramillete de candidatos aspiran a concurrir en esta apuesta : Humberto De La Calle, Juan Fernando Cristo, Juan Manuel Galán y Luis Fernando Velazco, por los liberales. Mientras que por la U suenan Aurelio Iragorri, Juan Carlos Pinzón y Roy Barreras.

En tales circunstancias el campo de las fuerzas políticas no tradicionales, de centro izquierda o independientes tienen el enorme desafío de concurrir en un programa de gobierno que no se agote en el indiscutible compromiso con la implementación de los Acuerdos de Paz. Deben interpretar el sentimiento de hastío ciudadano con la corrupción proponiendo soluciones concretas para incrementar la pulcritud en los asuntos públicos y formular propuestas en la dirección de construir equidad y justicia climática. Y deben tener la grandeza para que los importantes liderazgos que hoy emergen en este espectro acuerden un mecanismo democrático para la selección de una fórmula presidencial alternativa y genuinamente independiente. Ojalá un acuerdo de esa magnitud ayude a jalonar listas al Senado y Cámaras que permita contar además con un bloque parlamentario que ayude a empujar los cambios democráticos que estos tiempos reclaman.

Claudia López, una voz valiente desde los Verdes ha puesto su nombre al servicio de una gran coalición ciudadana. Junto a ella, Antonio Navarro representa un liderazgo probado en mil batallas democráticas. Sergio Fajardo, es indiscutiblemente una reserva moral en la política colombiana y un gobernante ejemplar. Jorge Robledo es una opción decente desde la izquierda más caracterizada. Clara López es una dirigente de la izquierda democrática de muchos quilates. Y hasta dirigentes regionales como el Exalcalde de Santa Marta Carlos Caicedo, quien viene forjando un liderazgo y construyendo una expresión alternativa en el Caribe Colombiano puede estar en esta baraja de hombres y mujeres que podrían liderar este esfuerzo convergente. Esfuerzo que no debe descartar una alianza mucho más amplia si las circunstancias ameritan cerrarle el paso a una segunda vuelta circunscrita a opciones de derecha excluyentes, guerreristas y corruptas.

Ese es el 2018 que arrancó con un año de antelación. Y que puede ser el momento de una ruptura en la política colombiana, si quienes representan opciones distintas a las tradicionales construyen un escenario de convergencia con vocación de poder.

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