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El Camino Equivocado

Por Antonio Sanguino

El Presidente Iván Duque ha escogido el camino equivocado frente a Venezuela. Un camino escabroso y plagado de equivocaciones. Una mezcla de ingenuidad, soberbia e improvisación. Pero sobre todo una actitud ciegamente genuflexa ante los Estados Unidos que nos ha convertido en su mandadero en la región. El fracaso de la mal llamada «operación humanitaria» del pasado fin de semana en la frontera con Venezuela, que dejó más de 280 heridos y una veintena de muertos; y la reculada de los países del Grupo de Lima frente a la amenaza de una intervención militar, así lo revelan.

«Cerco diplomático» ha dado en llamar el Presidente Duque a su estrategia frente a Venezuela, luego de colocar este tema como la prioridad número uno, por encima de los apremiantes temas de la agenda interna. Arrancó con su negativa a firmar en noviembre pasado la Declaración del propio Grupo de Lima en el que los firmantes manifestaban su  oposición a una intervención militar en el vecino país. Luego desconoció al Presidente Nicolás Maduro, el pasado 7 de enero, día de su posesión para su segundo mandato alegando la ilegitimidad de su elección, al tiempo que reconoció como «Presidente interino» al Presidente de la Asamblea Nacional Venezolana Juan Guaidó. Le han seguido varios encuentros bilaterales con EEUU, incluida la reunión Duque-Trump, y declaraciones del Presidente, la Vicepresidente, el Canciller y el embajador en Washington en un tono altanero frente a Venezuela y complaciente con las medidas económicas y las amenazas de intervención de EEUU.

«Cerco diplomático» ha dado en llamar el Presidente Duque a su estrategia frente a Venezuela, luego de colocar este tema como la prioridad número uno, por encima de los apremiantes temas de la agenda interna.

El colofón de esta seguidilla de errores fue la fallida «operación humanitaria» del pasado fin de semana en Cúcuta. La descarada utilización política de las ayudas humanitarias quedó al descubierto. La utilización de civiles venezolanos y colombianos en una suerte de avalancha desde la frontera hacia el vecino país exponiéndolos a una reprochable represión de la Guardia Nacional, revela una enorme irresponsabilidad del propio Presidente Duque y su Canciller. La movilización de un millón de voluntarios y la desbandada en las fuerzas militares venezolanas abandonando a Maduro para ponerse a discreción de Guaidó, sigue siendo una promesa incumplida del autoproclamado «Presidente interino». Para rematar el fiasco, este «cerco diplomático» que parecía la antesala a una intervención militar externa en la crisis venezolana, reclamada hasta última hora por el propio Guaidó y por reconocidos voceros del Uribismo, quedó reducido a una amenaza incumplida.

Este fracaso obliga a una rectificación en la política exterior de Colombia en este espinoso tema. Retomar nuestra tradición de respeto al derecho internacional debe ser el punto de partida para consolidarnos como un referente de solución pacífica de los conflictos de la región, como en los mejores tiempos del Grupo de Contadora en el polvorín centroamericano de los ochenta, liderado por el Presidente Belisario Betancourt. Ello supondría decisiones en tres direcciones.

Este fracaso obliga a una rectificación en la política exterior de Colombia en este espinoso tema.

En lo inmediato, delegar la acción humanitaria hacia Venezuela a organismos internacionales como el Comité Internacional de la Cruz Roja o los organismos humanitarios de las Naciones Unidas, para garantizar su imparcialidad y neutralidad. Colombia debe coadyuvar a que la ayuda humanitaria llegue a quienes la requieren e impedir que sea utilizada en la refriega política entre los polos enfrentados en la crisis venezolana. Segundo, reafirmar, sin lugar a ninguna duda, nuestra soberanía territorial y nuestra vocación pacífica y pluralista. No solo hay que oponerse a cualquier intento de intervención militar en el conflicto venezolano, también hay q negar tajantemente el uso del territorio colombiano para una aventura militar de EE.UU. o de cualquier potencia extranjera.

Pero la rectificación más importante para Colombia consiste en sumarse a la iniciativa del Grupo Internacional de Contacto liderado por Uruguay y México que busca mediar para establecer un diálogo político entre Gobierno y Oposición que conduzca a una solución pacífica y negociada hacia el restablecimiento de la normalidad institucional y democrática en Venezuela. La experiencia de América Latina demuestra que hasta la sangrienta dictadura de Pinochet fue superada por un pacto político y una fórmula electoral. El Grupo Internacional de Contacto es la iniciativa que queda fortalecida ante el fracasado Grupo de Lima. Y es una manera digna para que Colombia abandone el camino escabroso hasta ahora recorrido que nos ha conducido a un callejón sin salida.

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