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ESTUPIDEZ DIPLOMÁTICA

Por Antonio Sanguino

La actuación del gobierno del Presidente Iván Duque ante Venezuela es lo más parecido a la estupidez. Son episodios de torpeza y necedad que revelan la falta de conocimiento del escenario político venezolano y de una sobre-ideologización de la política externa hacia el vecino país. Ello se ha evidenciado con crudeza en la solicitud de extradición de Aida Merlano, excongresista prófuga de la justicia colombiana condenada por graves crímenes políticos y electorales.

El episodio Merlano es la consecuencia de la manera como encaró Colombia en tiempos de Duque la difícil relación con el Gobierno de Nicolás Maduro. Atrapado en una anacrónica lógica de guerra fría, el Uribismo siempre ha hecho gala de un discurso altanero y hostil hacia el régimen venezolano. Rompió abruptamente relaciones diplomáticas tras la elección de Maduro para un nuevo periodo presidencial, reconoció entusiastamente a Juan Guaidó como «Presidente interino» y se comprometió en liderar un fallido «cerco diplomático» promoviendo el fracasado «Grupo de Lima».  La retórica de alto volumen de Duque contra Maduro se apoya en calificar a Venezuela como una dictadura y santuario del narcotráfico y del terrorismo. Así lo hace permanentemente ante organismos internacionales como la OEA y la ONU o en el debate político interno reforzando el fabricado fantasma del «castrochavismo».

Ahora el Presidente Duque y su silenciosa Canciller, Claudia Blum, acuden de nuevo a la ideologización o a la estupidez, que termina siendo lo mismo. Ante la torpe ruptura de cualquier tipo de interlocución con el gobierno de Maduro y, a pocos días de haber extendido la alfombra roja en el Palacio de Nariño a Juan Guadió como si fuera de verdad un jefe de estado, Duque decidió solicitar la extradición de Aida Merlano al flamante «Presidente interino» o ficticio, que para estos efectos también termina siendo lo mismo. Además, le solicitó cooperación judicial a una persona que no puede ofrecerlo sencillamente porque no tiene jurisdicción y mando en el país que dice gobernar.

Está bien que Duque venere a Guaidó, qué lo considere un gran estadista y un demócrata ejemplar. Pero lo que resulta equivocado es que castigue al país y a los colombianos en asuntos económicos, comerciales y consulares con el vecino país. Contrasta con la actitud de Estados cuya solidez de su política de relaciones exteriores es indiscutible. 44 naciones del mundo aunque reconocieron a Juan Guaidó como «Presidente Interino» mantienen relaciones diplomáticas y comerciales con Venezuela, esto es, con el Gobierno Maduro, como ocurre con Alemania y Canadá. Mientras Chile y Brasil, gobernados por la derecha política, sostienen acuerdos comerciales o de cooperación.

El episodio Merlano le podría permitir al Presidente Duque corregir algunos de sus errores frente a Venezuela. Aceptar el restablecimiento de las relaciones consulares ofrecido por Maduro podría ayudar a la extradición o repatriación de Aida Merlano. Está obligado a traerla al país tratándose de una prófuga condenada por la justicia colombiana. Y con ello atender a los colombianos que necesitan atención consular al otro lado de la frontera. A lo mejor así empezaríamos a superar este bochornoso estado de estupidez diplomática.

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