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El 23F y el fracaso diplomático

Por Antonio Sanguino, senador de la Alianza Verde

Este 23 de febrero se cumplió un año del pomposo «concierto humanitario» realizado en la frontera Colombo-venezolana a la altura de Cúcuta. Concierto liderado por el propio presidente Iván Duque, su incontinente vicepresidenta, su ex canciller y parte de su gabinete, los altos mandos militares y unos cuantos presidentes del vecindario integrantes del Grupo de Lima. Concierto cuya partitura acordada con Washington hacia parte del denominado «cerco diplomático» también liderado por Duque. El artista central del espectáculo era el recién proclamado presidente interino de Venezuela Juan Guaidó, quien desafiando a Maduro cruzó la frontera apoyado por integrantes del grupo criminal de Los Rastrojos para luego ser recibido con alfombra roja por funcionarios del gobierno colombiano.

El presidente Iván Duque no ocultó su emoción por ver coronada su aspiración de entrar por la puerta grande de la historia como gran estadista y defensor de la democracia en el continente. Un episodio que contrario a la anunciada epopeya terminó en una tragicomedia. Promovió y apoyó una colecta de recursos financieros que luego terminaron en actos de corrupción de los venezolanos amigos de Guaidó.

Recolectó camionados de alimentos para ingresarlos vía terrestre a Venezuela mediante una cadena humana de un millón de personas afectos a Guaidó que nunca aparecieron y que nos dejaron cinco mil engañados hermanos venezolanos en las calles de Cúcuta en total desamparo. Mientras que toneladas de alimentos permanecieron por meses en riesgo de descomposición en bodegas ubicadas cerca al puente «Tienditas» a este lado de la frontera, sin poder ingresar a Venezuela y sin poderse distribuir en Colombia por incumplimiento de normas de importación de alimentos.

Creyéndose el gran libertador de los venezolanos, el presidente Iván Duque anunciaba la caída de Maduro, calificando su régimen como una «narcodictadura», a Venezuela como una guarida de terroristas y una amenaza para la seguridad de Colombia y del continente. No ocultó su entusiasmo por lo que consideraba una inevitable desbandada al interior de las Fuerzas Armadas de Venezuela que abandonarían a Maduro para ponerse a discreción de Guaidó, al tiempo que mostraba su complacencia con una intervención militar desde suelo colombiano al vecino país que ayudara o sustituyera la esperada sublevación militar. «Las horas de Maduro están contadas» dijo Duque sin rubor, comparando el derrocamiento del régimen venezolano con la caída del muro de Berlín.

El 23F retrata muy bien la fracasada diplomacia Duque. En los 18 meses que van del retorno del Uribismo al Palacio de Nariño, la política exterior colombiana ha sufrido un franco retroceso. Como lo revela nuestra actitud hostil ante Venezuela y luego ante Cuba, hemos pasado de una diplomacia para La Paz a una política internacional para la guerra. El 23F es también una muestra de que pasamos de una agenda progresista, amplia y diversa a un discurso alineado en la política antidrogas gringa y una insistencia en la lucha contra el terrorismo en versión estadounidense.

Y de una apuesta por ampliar nuestros horizontes explorando escenarios multilaterales redujimos nuestra mirada exclusivamente a Venezuela. De acuerdo con el informe que publiqué la semana pasada sobre la fracasada política exterior de este Uribismo 2.0 representado por Duque, hoy en día las relaciones internacionales de Colombia se caracterizan por la venezolanización, la renarcotización y resecuritización, anclada en una trasnochada visión de «guerra fría», anacrónica, simplista y maniquea.

Lejos estamos de remediar esta situación. La desconfianza de la comunidad internacional con Colombia más bien se acrecienta por la obsesión Presidencial de modificar o incumplir los Acuerdos de Paz y por la ola de asesinatos de líderes sociales y excombatientes. El anuncio del retorno de la fumigación con glifosato revela el empeño por mantener una actitud de súbditos ante Washington y la vergonzosa e improcedente solicitud de extradición de Aida Merlano al ficticio presidente Guiadó demuestra que Duque no ha rumiado aún los fracasos del pasado 23F.

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