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VIOLENTADA NIÑA INDÍGENA, ¡QUE HORROR!

Por: Harold Ruiz, exconcejal de Nariño

Por más de cinco décadas, los pueblos indígenas de Colombia resistieron el látigo de la guerra, negándose a abandonar sus tierras, habitan en el país 102 Pueblos Indígenas, quienes son los sobrevivientes de un Genocidio que aún no termina; están aún en una «conquista» que no acaba, su memoria viva es un tejido largo de historias en donde aún se escribe a sangre y fuego el proceso de lucha y resistencia de los pueblos indígenas.

Hoy, como ayer, en la radiografía del país indígena esto no cesa. La desnutrición y abandono contra el Pueblo Wayuu con más de 5.000 mil niños muertos, el exterminio de más de 450 Kankuamos, el confinamiento contra el Pueblo Este Enaka en su propio territorio, en los Llanos Orientales las «guahibiadas» o el deporte de matar indios y el paternalismo ha llevado a los pueblos nómadas y semi nómadas a la drogadicción, prostitución y a la indigencia en departamentos como Arauca y Vichada.

El asesinato de más de 158 líderes indígenas en departamentos como Nariño, Cauca y Chocó no es otra cosa más que los tiempos de la mala muerte contra la gente que defiende la vida, el territorio y el gobierno propio, de la gente que con bastón en mando y con la dignidad en alto defienden los derechos de pueblos indígenas. Así nos toque morir, como lo expresa claramente el himno de la Guardia Indígena, con bastones en tiempos de paz y en otros tiempos como los del conflicto que aún continua desarman a los armados, controlan el territorio de las desarmonías y se enfrentan a un país en donde ser indígena y líder es costarle la vida.  Guardias, médicos tradicionales, gobernadores y autoridades indígenas son el tiro al blanco para los que piensan y creen que en Colombia pensar distinto es sinónimo de terrorismo, y por tanto es necesario aniquilarlo. Awá, Nasas y Emberas son exterminados en la impunidad constante contra los pueblos ancestrales.

Todos los vejámenes, la sevicia y el horror contra los pueblos indígenas como lo ocurrido según Las denuncias que indican que un grupo de soldados cobardes pertenecientes al Batallón San Mateo, habrían violado a una niña de apenas 12 años quien pertenecía al resguardo indígena Embera Chamí, la violación habría sucedido en el corregimiento Santa Cecilia, del municipio Pueblo Rico en Risaralda.

El gobernador mayor Juan de Dios Queragama, Nariquiaza, expresó en un comunicado que “esto no ha sido una agresión para nuestra niña y su dignidad como ser humano y como miembro de un pueblo ancestral, ha sido una agresión para todo nuestro pueblo Embera Katio y un acto que defrauda la confianza que hemos depositado en ellos como representantes del Estado”, pidió que los agresores sean entregados a esta comunidad para ser juzgados bajo su autoridad y autonomía y paguen su condena bajo su propia legislación y que luego sí sean juzgados por las leyes colombianas.

No hay palabras para descifrar este horrible hecho de violencia contra una niña indígena, que exige que la sociedad colombiana se levante como lo hace cuando hay hechos de violencia contra los seres sintientes; se trata de una niña indefensa violentada por quienes se catalogan como los “héroes de la patria”. Qué horror.

Enfrentando este estado de violencia los Pueblos Indígenas en Colombia seguirán alzando la voz en alto para defender sus vidas y territorios, a ellos los está matando por cuidar el tejido vital, por los derechos ancestrales que les dejaron los padres y madres espirituales; los matan a bala, pero también los matan con las políticas asistencialistas del Estado y con la indiferencia y olvido de la misma sociedad colombiana en su conjunto, que le cuesta reconocer que lleva en sus genes sangre de los que hoy son asesinados por defender la Madre Tierra.

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