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El deterioro de la política exterior, endulzado con mermelada

Por Antonio Sanguino

Dos años perdidos. El balance del Gobierno Duque en materia de relaciones exteriores es realmente desastroso, y apenas estamos en la mitad de su periodo. Atrapada en una lógica anacrónica de guerra fría y alineada sumisamente a la agenda exterior del gobierno de Estados Unidos en cabeza de Donald Trump, sus dos cancilleres, Carlos Holmes Trujillo y Claudia Blum, no abandonaron, y más bien, extendieron una repartija burocrática a cambio de la meritocracia y el fortalecimiento de la carrera diplomática.

Es evidente que con Duque retrocedimos. Perdimos nuestro liderazgo internacional y respetabilidad, logrado con el Acuerdo de Paz. De una diplomacia para la paz pasamos a una política exterior para la guerra; de una agenda amplia y diversa nos redujimos a un discurso antidrogas y de seguridad continental a imagen y semejanza de Estados Unidos. Terminamos estúpidamente celebrando la inclusión de Cuba en la lista gringa de países que no colaboran en la lucha contra el terrorismo y nos abstuvimos, como nunca, de votar en contra del bloqueo a la isla en la Asamblea de las Naciones Unidas. A propósito de la ONU, el Gobierno se ha demostrado displicente con sus agencias, especialmente con la Oficina de Naciones Unidas contra la Droga y el Delito -UNDOC- que, con su monitoreo a la situación de los cultivos ilícitos, ha dado cuenta de la sostenibilidad de la sustitución, demostrando que la política antidrogas de Duque, obsesionada con la fumigación con Glifosato, es obsoleta. No olvidemos además, que por esa política anacrónica de guerra fria, pasamos por la vergüenza de nuestro silencio complaciente frente a las pretensiones expansionaistas de Israel respecto a Palestina. 

La obsesión de este Gobierno con Venezuela condujo a convertir, según la Canciller Blum, el derrocamiento de Maduro como nuestra prioridad en política exterior. El Grupo de Lima, el cerco diplomático, el ofrecimiento de nuestro territorio para acciones militares hacia el vecino país, la ciega apuesta por Juan Guaidó como ‘Presidente interino’ y la complacencia con operaciones mercenarias desde Colombia, constituyen una cuestionable cadena de equivocaciones. Colombia fue además el único país que se negó a firmar una carta de personalidades, excancilleres, parlamentarios y académicos de América Latina que proponían, en virtud de la pandemia, postergar la elección del Presidente del Banco Interamericano de Desarrollo, programada para Septiembre de 2020. Más bien, sin antecedentes y para vergüenza nuestra, el 17 de junio expresó su apoyo a la postulación del candidato de Trump, Mauricio Claver-Carone.     

Tampoco olvidemos la mermelada diplomática que se ha repartido generosamente. De una revisión a 104 nombramientos realizados en la era Duque, 77 de ellas no se hicieron sin ningún tipo de experiencia para ocupar el cargo y otras 27 designaciones recayeron en personas que no hacen parte de la carrera diplomática y consular, y aunque registren algún tipo de experiencia, el común denominador es ser activos militantes del Centro Democrático o destacados participantes y donantes en su campaña presidencial. Los nombramientos de Francisco Santos en Washington, Alejandro Ordoñez en la OEA, Vivian Morales en la embajada en Francia lo demuestran.

Ahora, resulta inexplicable, desde una perspectiva de elevar la calidad de nuestros servicios diplomáticos y consulares, nombramientos como el Luis Oswaldo Parada, cónsul en Ciudad de México, y candidato quemado del Centro Democrático. O del furibundo uribista Mario Javier Pacheco, quien después de caerse su nombramiento como Director del Centro Nacional de Memoria Histórica, fue premiado con el consulado en Panamá. O el caso de Claudia María Bustamante, fundamentalista y activa uribista en las redes sociales, quien luego de quemarse al Senado fue designada Consúl en Orlando (EEUU) a pesar de no haber podido certificar su título profesional.  Y mucho más aberrante ha sido el nombramiento de Rodolfo Gómez Cabrales en nuestra embajada en Alemania, hijo de Priscila Cabrales contertulia de la ya legendaria Cayita Daza y amiga también del Ñeñe Hernandez. No es difícil suponer que el nombramiento de Gómez Cabrales constituya un favor a cambio del silencio de su madre sobre secretos en la campaña Duque.

Contrario a su propio Plan Nacional de Desarrollo, que promete una “política exterior responsable, innovadora y constructiva”, hoy Duque la tiene en su momento de mayor deterioro. Aún así y violando la Constitución y la ley, ni el Presidente ni su canciller ha convocado una sola vez la Comisión Asesora de Relaciones Exteriores, principal instrumento de diálogo político para garantizar una dimensión de Estado en nuestra política exterior. Y mientras el Plan de Desarrollo reivindica el multilateralismo en defensa de la paz, la seguridad y la democracia, respaldando el ingreso a la OCDE y a la Alianza para el Pacífico, además de la necesidad de avanzar en los Objetivos del Desarrollo Sostenible, en la práctica extraviamos el rumbo en nuestras relaciones exteriores, exhibiendo una actitud arrogante ante el sistema internacional y una hostilidad propia de quienes escogen la amenaza del uso de la fuerza para resolver tensiones y conflictos.

No hay ninguna señal de cambio en el horizonte. No hay riesgo a equivocarse. Estos dos primeros años permiten afirmar que la política exterior en el cuatrienio Duque será el retroceso más grande en nuestra historia reciente, endulzado con mermelada.    

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